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Reflexión: El derecho de los hijos de saber la identidad de sus donadores anónimos de esperma

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Recientemente, estuve leyendo algunas investigaciones académicas sobre hijos concebidos con ayuda de donantes de esperma, principalmente trabajos de Scheib, J. E y Mac Dougall K. Asimismo, en Youtube, me encontré con un video de una mesa redonda que se organizó a luz de un documental israelí titulado “Los niños del Banco de Esperma”, el cual aborda las implicaciones psicológicas que han desarrollado los jóvenes, al saber que fueron procreados con ayuda de donantes anónimos de esperma. Y aunque no estoy de acuerdo en varios puntos que se mencionan en el video, me parecieron interesantes muchas pautas realizadas que invitaron a la reflexión.

Intentando entender estos documentos, de inmediato me vi forzado a hacer un recuento histórico sobre el mercado de los bancos de esperma. Y entre los datos más relevantes de su historia, me encontré con lo siguiente:

  1. La inseminación artificial con donador anónimo, en sus comienzos, fue exclusivamente pensado para parejas casadas con problemas de fertilidad en el varón. Por lo que mujeres solteras o parejas lesbianas no podían acceder a ella.
  2. A mediados de los años 70, la industria de los bancos de esperma comenzó a establecerse, y con ello, a dar servicio no sólo a parejas casadas heterosexuales, sino también a mujeres solteras y/o parejas lesbianas.
  3. En un principio, cuando comenzaron a funcionar los bancos de esperma, los donadores de esperma eran en su totalidad anónimos. No existía opción a elegir donadores abiertos.
  4. Los países pioneros en el uso de donadores de esperma anónimos en Estados Unidos, Inglaterra y Suiza, se vieron forzados a cambiar su legislación. Por lo que hoy en día obligan y/o permiten que la identidad del donador sea abierta a petición de los jóvenes procreados por donación, claro, una vez que éstos han cumplido los 18 años de edad.

Entendiendo un poco el hilo de estos datos, se puede deducir que los primeros bebés procreados con donadores a mediados de los 70, cuentan hoy en día con aproximadamente 35 años de edad. Por ello, en parte no es de sorprenderse que la mayor parte de las investigaciones sobre la psicología de estos niños o jóvenes, apareciera hasta los años 90, que fue cuando ya estos jóvenes se encontraban en su etapa pre-adolescente o edad adulta temprana, suficiente edad como para que los investigadores los entrevistaran y encuestaran. Esto significa que también fue hasta entonces, entrado los 90, que la ciencia comenzó a ver las implicaciones reales y psicológicas que tenían los hijos concebidos con la ayuda de un donador anónimo; ¿Cómo es que asimilaban esta situación? ¿Realmente lo tomaban como algo natural? ¿Cómo se sentían al respecto del tema?

La realidad, es que como en todas las nuevas tecnologías aplicadas a la humanidad, no se sabe con certeza sus consecuencias hasta que dichas tecnologías han tenido un lapso de tiempo conviviendo con la sociedad. En el caso de las primeras generaciones de bebés concebidos por donación, no fue la excepción, las consecuencias comenzaron a salir a la luz una vez que ellos pudieron tener la edad suficiente para poder expresarse. Lo más interesante, fue que dichas consecuencias no fueron las esperadas por la medicina, ya que muchos de estos jóvenes u adultos, entablaron demandas contra el gobierno y los bancos de esperma, exigiendo saber la identidad de su donador de esperma. Ellos alegaban que era un derecho humano saber sobre su procedencia y sus raíces, por lo que el gobierno y los bancos de esperma estaban atentando contra sus derechos humanos. Un ejemplo claro fue el Caso de Olivia Pratten, quien logró que en Vancouver, Canadá la Suprema Corte declarara la donación anónima de esperma como perjudicial para el niño y no acorde al mejor interés del menor.

La controversia ha sido tan grande, que también estos jóvenes y adultos han logrado que gobiernos pioneros en bancos de esperma e inseminación artificial como Inglaterra, Estados Unidos y Suiza, se vieran forzados a cambiar sus leyes y dar apertura a que todo menor procreado con ayuda de un donador de esperma, al cumplir los 18 años, pudiera acceder a la identidad del donador. Por lo tanto, toda donación anónima de gametos hoy en día en Inglaterra o Suiza está prohibida. No obstante, en el caso de Estados Unidos, se da la opción de que los futuros padres elijan entre un donador anónimo o abierto.

Particularmente, esta situación me pareció un hecho histórico, porque la medicina en un principio cuando dilucidó el uso de esperma de donante en inseminaciones artificiales, nunca concibió que los menores procreados con donador se interesaran en conocer la identidad del donador, pues en un principio las donaciones anónimas sólo eran permitidas a parejas casadas heterosexuales. Por lo tanto, supusieron que al existir un varón en la familia que cumpliera el rol paterno, la existencia del donador no tendría importancia para el hijo/a. No obstante, no fue así, surgieron también problemas dentro del núcleo familiar. Por ejemplo, el varón al saber que su esposa esperaría un hijo/a que no compartía su ADN, entraba en una etapa de impotencia y rechazo hacia el futuro bebé, lo que muchas veces se convertió en una madre divorciada con un hijo recién nacido. Por otro lado, los hijos procreados con donantes, al enterarse de su origen de concepción, comenzaban a interesarse sobre la historia del donante a pesar de tener una figura paterna en su núcleo familiar.

Según los estudios leídos de J.E Schieb, los jóvenes concebidos por donantes no buscan en el donante una figura paterna o familiar, sino que intentan satisfacer una curiosidad y una explicación a su identidad personal, entender el por qué físicamente son así y saber si comparten gustos o rasgos en la personalidad.

A veces me gusta hacer la comparación de esta búsqueda de los donantes por parte de los jóvenes procreados, con las raíces que dieron origen a la filosofía y a la religión. Esto debido, a que tanto la religión y la filosofía surgieron por la necesidad humana de explicar el origen y el sentido del ser humano. En otras palabras, de conocerse así mismos. No es de sorprenderse que un joven concebido por medio de un donador, tenga la curiosidad y la necesidad de buscar respuestas para saber más de sí mismos, pues es parte de la naturaleza humana. Por ello, también estos jóvenes no buscan sólo al donador, si no también a otros jóvenes que compartan el mismo ADN del donador (medio-hermanos biológicos), ya que cada uno de ellos representa una pieza más en el rompecabezas de la búsqueda de su identidad.

A veces me sorprende escuchar a amigos/as o leer en foros de reproducción asistida comentarios como:

    “No importa que el donador sea anónimo. El donador no es el padre de tu hijo, por lo que no le interesará saber del donador. Además, padre es quien cría y educa. No el que pone su semilla en un frasquito”, “Da lo mismo si el donador es abierto o anónimo, si tú le das mucho amor a tu hijo, él nunca necesitará de alguien más para sentirse feliz“, “No todas las familias están compuestas por un hombre, las parejas lesbianas también cubrimos a la perfección las funciones de un rol masculino”.

En esta reflexión no discuto que el donador sea un padre y ni tampoco sobre la importancia de un hombre en la formación de un menor, puesto que no lo considero así. Además, es claro que un rol paternal o maternal no se basa en el sexo de una persona y ni tampoco considero que la familia tradicional sea la única y la mejor para la sociedad. No obstante, hay que ser conscientes que como futuros padres y madres, el elegir que nuestro donador o donadora sea anónimo o no, cierra o abre una puerta permanentemente para que nuestros hijos puedan acceder o no a la identidad del donador, si es que así él/ella lo deseara en un futuro.

¡Qué ojo! El escoger un donador abierto no significa que el hijo deberá conocer al donador obligatoriamente, o que también deberá conocer a sus medio hermanos biológicos concebidos por donación. Él/ella sabrá si desea conocerlos, pero será su decisión, no la nuestra como padres o madres. Pero, ¿qué pasaría en el caso que efectivamente nuestros hijos quisieran saber sobre su donador o medio hermanos biológicos y hemos optado por un donador anónimo?  ¿Podríamos decirles que será imposible ubicarlos, pues como padres no consideraron que el donador fuera a ser algo relevante para él/ella como hijo/a? ¿Ustedes creerían que un hijo/a aceptaría eso por respuesta?

Sí, es cierto que en México, en España y en prácticamente el resto de los países de América latina, la donación es totalmente anónima, sin modo de poder recurrir a la opción de un donador conocido o abierto. Excepto que sea una muestra de donador importada de un país que sí lo permita como Estados Unidos o Suiza (hay bancos de esperma en México y América latina que trabajan con bancos de esperma de estos países). Esta situación, me hace percibir que estamos recorriendo un camino que ya otros países pioneros recorrieron y que en vez partir desde donde ellos se encuentran y aprender de sus experiencias, estamos comenzando a caminar desde la partida. A estas alturas, los gobiernos latinoamericanos y los bancos de esperma, ya deberían de ver lo que está sucediendo en otros países que llevan años de experiencia en el tema, y así impulsar leyes que permitan a los futuros padres escoger entre catálogos de donadores anónimos y/o abiertos, para que así permitieran a sus hijos conocer la identidad del donador si así ellos lo decidiesen en un futuro.

Recientemente, platicaba con una amiga que es madre soltera y concibió a su bebé por medio de dos donadores (espermatozoides y óvulos). Le pregunté que si había pensado en cómo abordaría el tema con su hijo en un futuro y claramente me respondió: “Eso no le importará, porque su madre soy yo y, además… conozco el caso de muchos niños adoptados y yo sé que nunca les ha importando saber su origen. El caso de mi hijo será igual”. Me sorprendió esta respuesta, y la verdad es que no es cierto del todo, porque son muy excepcionales los casos donde los niños en orfandad desconocen su origen, ya que no todos ellos fueron casos de recién nacidos abandonados. Por lo que cada niño huérfano tiene una memoria e historia antes de llegar a una casa hogar.  Y por ley, cada niño que ha pasado por un orfanato, cuenta con al menos una “carpeta de vida” con todos sus antecedente familiares, que al cumplir los 18 años está listo para serle entregado.

En conclusión, creo que toda persona tiene derecho a conocer sus orígenes y los hijos concebidos por donantes anónimos también tienen este derecho. Sólo se trata de hacer un poco de lado el ego y pensar en el futuro de esta nuevas generaciones que están naciendo en América Latina y en diferentes partes del mundo. De lo contrario, en unos quince o veinte años, muchos de estos niños, ya adultos, levantaran su voz y la historia de las demandas que se suscitaron contra el gobierno y los bancos de esperma en Canadá, Inglaterra y suiza, se repetirán. Espero los futuros padres, gobiernos y bancos de esperma en América Latina y demás países hagan consciencia pronto de esta situación, pues como dijo una vez Napoleón Bonaparte: “Aquel que no conoce la historia, estará condenado a repetirla”. 

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